Para mí, una mujer real no es aquella que critica a otra de su género o que
la hace sentir de menos, sino aquella que lucha contra estereotipos, la que te
empuja a ser mejor, la que trata de sentirse bien consigo misma sin herir los
sentimientos de nadie, sea gorda o flaca, sea fea o guapa. Una mujer real jamás
llamaría saco de huesos a una 34 ni foca marina a una 52, porque una mujer con
lo que hay que tener, defiende a otra mujer, jamás la hunde.
Para mí, una mujer real mide a las demás por sus virtudes y no por sus
defectos. Nunca humilla, nunca dice cosas como “¿Y esto te lo pones tú? Si parece
de Zara Kids…”, ni mucho menos te manda a Punto Roma a por un buen
vestido-carpa de circo, llamándote gorda entre dientes. (Desde aquí aprovecho
para decir que me parecen una manada de imbéciles acomplejados todos los que se
meten, por ejemplo, con Tania Llasera por haber engordado, o con Heidi Klum,
por haber adelgazado).
Para mí, una mujer real, es una chica que cada mañana coge su quitaojeras y
le pone una sonrisa al madrugón que se acaba de pegar, con toda su buena
voluntad, con todas sus ganas de verse bien y de gustarse a sí misma y al resto
de población mundial. Que tapa michelines o huesos, pero que tapa algo que le
parece feo, sólo porque así se siente mejor. Y esa chica, que puedes ser tú, o
que puedo ser yo, creo que como poco se merece respeto.
Sí, respeto.
Porque, no os equivoquéis, una mujer real no es una superwoman.
A veces no puede con todo. A veces, está hasta las narices del trabajo, del
novio o el marido, de los niños, de las facturas, de todos los rollos que tiene
la vida. A veces, en el peor de los casos, puede encontrarse mal física o
mentalmente. A veces, puede estar de bajón sin más. No todo es fiesta. Que
aquí parece que tengamos que ser la maldita chica All Bran, que se come unos
cereales y baila el twist con unas bragas rojas en el salón. Y no.
Que se han pensado que somos las de la falda lápiz y el tacón de aguja, con
un maletín de piel negro y una camisa blanca abrochada hasta donde asoma el
canalillo. Profesional pero sexy. Guapa pero lista. Se han pensado
que aunque nos quejemos, siempre tragamos con todo lo que nos ponen por
delante, así que, qué más da. Porque claro, ya nos hemos acostumbrado a eso de
cobrar menos, estar más puteadas, ser Don
Limpio, Bill Gates y Beyoncé a la vez, tener que soportar que sólo salgan
tías en anuncios de Hemoal y pérdidas de orina, con tener la regla desde la
pubertad y que nadie entienda la mala leche que te pone que encima te digan “si
es que estás con el síndrome premenstrual, o si es que estás así de amargada de
serie”.
Qué hartura.
VIA: http://lachicadelosjueves.com/2015/09/21/xs-y-tu/ (AUNQUE PARA MI
LO ÚNICO QUE MERECE LA PENA ES ESTO, SE QUEJA DE TENER UNA XS. QUIEN LA PODRÍA
TENER¡¡)
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